De la misma manera que sucedió, con la aparición del Covid-19, el doomscrolling retornó tras la invasión rusa a suelo ucraniano. Esa necesidad compulsiva de seguir el ritmo informativo viene pasando factura en cuanto a la salud mental. La obsesión, la necesidad de permanecer alerta a las novedades, o despierto a los sucesos diarios, llevan a esta necesidad de “perpetuo suspenso”.
Al igual que en el inicio de la pandemia, el doomscrolling retomó el devenir cotidiano de los usuarios de redes sociales. El ritmo informativo tomó un nuevo auge con el conflicto europeo, tal como había acontecido con la aparición del Covid-19. Diferentes expertos comentaron que, la incesante participación pública, se terminará pagando con un alto costo en materia de ansiedad.
Doomscrolling a múltiples redes
Paul Salkovskis, profesor de psicología clínica en la Universidad de Oxford, trabajó en esta temática durante la pandemia de Covid. El profesional planteó que “vimos un gran aumento en algunos subtipos de ansiedad en la clínica”. Salkovskis entiende que hay personas con mucha ansiedad y otras que aumentarán significativamente su estado ante estas situaciones.
Con relación a la ansiedad, la teoría cognitiva sugiere que la misma aparece como respuesta a una amenaza. Salkovskis planteó que la intervención se da cuando hay respuestas que hacen al individuo incapacitante. La gran pregunta de los profesionales es qué hace que sea tan grave para algunas personas, o cómo se vuelve particularmente persistente.
Aunque el impacto de la pandemia y la guerra en Ucrania sea diferente, no deja de tener similitudes en materia social. El distanciamiento social fue una situación que generó muchas dificultades durante el Covid-19. Con la guerra, también hay una multiplicidad de redes pasando información que atenta contra aquellas personas ansiosas.